¿Lo peor? Es que su hermana está en un plan muy similar. Así, que me paso todo el día con dos pequeños pegados a cada una de mis piernas y cuando quiero o tengo que hacer algo que no los incluya tengo que esconderme, escaparme o peor aún, enfrentarme a horas de explicaciones, llantos y negociaciones.
Seguí haciendo mis cosas, para por fin terminar, salir y cumplir con las mil cosas que tenía programadas cuando veo a mi hijo que, sin hacer caso a mi advertencia, estaba frente a mí saltando con toda su fuerza para llegar hasta un cuadro. Lo vi tan contento saltando, que no pude evitar enternecerme y sentirme pésima por haberle gritado. Me di cuenta de lo pequeñito que es: no llega a alcanzar los cuadros, tiene que poner un banquito para lavarse las manos y los dientes, vive en un mundo dónde la fantasía y la realidad se entremezclan y sólo quiere estar conmigo, conmigo, conmigo, conmigo y por mucho que eso agote, tengo suerte.
Él y sus hermanas son el eje de mi vida y también el principal motivo por el que esta mañana estaba histérica tratando de salir lo más temprano de la casa para disfrutar de nuestro día de playa y pasarla lindo: jugar en la arena, bañarnos en el mar y en la piscina y que todos puedan cumplir con sus horarios de siestas y de comidas (sí, como buena neuro cumplo los horarios estrictamente)… Pero, entonces me di cuenta que no era necesario esperar a llegar a la playa para pasarla bien, me di cuenta que por estar tan metida en mis organizaciones y horarios neuróticos para ir a un lugar a “ser feliz” me estaba perdiendo el ser feliz en ese momento.
Decidí relajarme y divertirme con las lindezas y ocurrencias de mi hijo que sufre de mamitis. Me reí de sus chistes malazos, canté a todo volumen las canciones de la Cenicienta con la segunda y me colgué a mis hijos con mamitis a cada una de mis piernas. Al final, terminé saliendo prácticamente a las 11:00 a.m. pero sin estrés ni alteraciones. Me di cuenta que, a veces, por querer hacer todo perfecto y querer que mis hijos se ajusten a mis perfecciones se me olvida disfrutar los pequeños detalles y momentos juntos. Se me olvida que, aunque su mamitis me agote me encanta tenerlos aquí pegaditos y encima mío porque yo… yo sufro de un severo, agudo y crítico caso de ¡hijitis! Y no quiero curarme de eso nunca ¡jamás!